Las casas pre-industrializadas de hormigón han llegado para quedarse

No se trata de una valoración a vuela pluma.

Ya no cabe hablar de decisiones poco meditadas, decisiones tomadas antes de disponer de una perspectiva temporal.

Las casas industrializadas de hormigón ya han cumplido la mayoría de edad y si algo destaca entre los círculos de arquitectura y construcción, es la unanimidad al respecto de sus cualidades, eficiencia y proyección futura.

De manera que sí, las casas pre-industrializadas de hormigón han llegado para quedarse y todos los colectivos implicados: arquitectos, constructores, fabricantes y, por supuesto, clientes y usuarios, son responsables de que así sea.

A la vista está que no se trata de opiniones subjetivas, de opiniones desautorizadas, de opiniones faltas de criterio ni experiencia. Todos y cada uno de los actores implicados en proceso de construcción de casas industrializadas defiende esta modalidad como la más equilibrada en cuestiones básicas, es decir, la calidad, el tiempo de construcción, el precio o la sostenibilidad. Imposible que tanta concordancia se de por casualidad en un sector tan exigente.

Entonces, ¿qué es lo que ofrecen las casas industrializadas de hormigón que las hace irresistibles? ¿Qué es lo que ha hecho que las casas pre-industrializadas de hormigón hayan llegado para quedarse?¿Qué es lo que las ha convertido en el futuro de la construcción?

No se trata de un solo factor, tampoco de la opinión diferenciada de los agentes que intervienen en el proceso constructivo, eso ya lo sabemos. Una vez más, se pone de manifiesto que cuando algo es realmente bueno, cuando tiene calidad y la demuestra en el tiempo, no es necesario ir convenciendo a nadie de sus bondades porque destacan por sí solas y la novedad se extiende como una mecha de pólvora encendida.

Demostrar la calidad en el tiempo. Es necesario y beneficioso destacar este concepto porque, si bien es cierto que las casas pre-industrializadas han llegado para quedarse, también lo es que no han llegado antes de ayer. Probablemente ahí está el eje desde el que se proyecta hacia el futuro este modo de construcción que ha convencido a profesionales, con distintos criterios y seguidores y creadores de diferentes tendencias, para impulsar esta forma constructiva de estructuras entre las que, de forma cuantitativa, destacan especialmente las viviendas.

Una vez más, la experiencia es la madre de la ciencia, en este caso, de la ciencia de concebir y desarrollar este modo de construcción que ha revolucionado los tiempos, el gasto, y la confortabilidad y sostenibilidad de las casas en ciudades de todo el mundo.

Una ciencia capaz de mostrar que arquitectos, fabricantes, constructores y clientes, están más que satisfechos con las obras acometidas; capaz de demostrar que las cualidades más destacadas de las casas industrializadas de hormigón no son un reclamo publicitario del sector sino una realidad constatada y, además, capaz de presentar datos reales de cómo el mercado de las casas pre-industrializadas de hormigón se mantiene al alza y con optimas proyecciones de futuro. Esta última sería la gran baza final si estuviéramos hablando de un juego.

Los clientes, los que habitan esas casas pre-industrializadas de hormigón saben que no, que esto no es un juego.

La construcción tradicional podría tener quizá algo más lúdico, si se permite la expresión, en su construcción, entendiendo por lúdico el factor -cómo lo llamaríamos ¿sorpresa?- Esa posibilidad de que el proyecto no encaje y haya que realizar cambios sobre plano, de que el material sobre, de que el asentamiento falle, de que… en fin, eso, que salte el “factor sorpresa” que desencadena, lógicamente, un aumento en los tiempos de construcción y un incremento de la inversión. Por no mencionar la desilusión del cliente al ver alterados los planos y su disgusto al tener que invertir más tiempo en la consecución de su proyecto, lo que naturalmente, supone más gasto.

Mejor sin “factor sorpresa” que pille a todos con el pie cambiado ¿verdad?

Y mucho mejor si el factor sorpresa llega al principio y sin comillas. El factor sorpresa que se cuela en todos los procesos del proyecto de construcción con materiales preindustrializados, del primero al último.

La sorpresa comienza cuando el cliente habla con los arquitectos y estos empiezan a darle soluciones positivas a todas las ideas que el cliente quiere incorporar a su proyecto de vivienda industrializada de hormigón. A partir de ahí, es un no parar de sorpresas. El arquitecto y el constructor, en coordinación con el fabricante, obtienen las piezas encargadas, ni una más ni una menos, y a medida. Piezas que encajan perfectamente reduciendo el tiempo de obra y pulverizando ese “factor sorpresa” que obliga a hacer cambios cuando ya todo está en marcha o a desechar material sobrante cuando acaba el proceso constructivo.

Y, a continuación, llega una de las mejores sorpresas de todo el proceso, la del cliente al contemplar la casa industrializada terminada. Eso, eso es para verlo.

Pero la mejor sorpresa es la que más se hace esperar, la que llega con el paso del tiempo, cuando se ha vivido el nuevo espacio comprobando que la calidad de la construcción aporta un excelente aislamiento térmico y acústico, la previsión era real y se refleja en el gasto energético; cuando la confortabilidad de los espacios es un hecho porque se ha comprobado en el tiempo; cuando el cliente se convierte en el mejor publicista de las casas industrializadas de hormigón porque ha apostado por el proyecto y ha constatado su acierto.

¿Que por qué las casas de hormigón pre-industrializado han llegado para quedarse?

Porque los profesionales se atienen a su experiencia, han trabajado en construcción tradicional, pueden comparar y no, no quieren dar pasos atrás. Ni ellos ni los clientes y cuando un cliente está satisfecho es imparable y muchos clientes satisfechos, son legión.

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